Queramos o no, es lo que hay. Porque el origen no es fácil de confirmar, pero si ya los romanos elaboraban una especie de masa que hacían a mano en forma de bola, más o menos redonda, fritos y bañados en miel y que bautizaron como «puñuelos», muy mal encaminada no va la historia. Y si además, Catón El Viejo ya escribió sobre unos dulces romanos con forma de «globos», el dulce cerco se estrecha. A nosotros nos gusta barrer para casa, por eso nos hemos acercado aún más. Y es que los árabes que vivían en Granada nos dejaron un legado repostero amplio y maravilloso. Ellos elaboraron los buñuelos de agua miel, una masa frita en aceite, bañada en miel hirviendo y que se convirtió en el postre favorito de ciudades como Granada o Sevilla.
¿El primer libro donde aparecen los buñuelos?
Este libro tiene más años que el hilo negro, pero no por eso deja de ser interesante. Francisco Martinez, Montiño, fue el jefe de cocina del rey Felipe II y el autor de «Arte en cocina, pastelería, vizcochería y conservería» según parece, la primera edición es de 1616, y fue ahí dónde al parecer se leyó por primera vez, que se conozca, la palabra buñuelo.
Hoy en día existen buñuelos de bacalao, colombianos, de colores, rellenos de nata, rellenos de nada, o los buñuelos que elaboramos en el obrador de forma tradicional. Y es que seguimos manteniendo la tradición de utilizar los mejores ingredientes para que la masa de los buñuelos consiga el punto perfecto entre suaves y crujientes, y que sigan siendo como siempre tus preferidos, ya estén rellenos de crema, nata o crema de chocolate. Difícil decisión, lo sabemos, pero con fácil solución, y lo sabes, probarlos todos.
Encuentras los buñuelos Tejeros en confiterías especializadas en dulces Tejeros o en el punto de venta de nuestro obrador.
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